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Es Dios quien suple las necesidades diarias de
todas sus criaturas, dentro de los cuales, el hombre, a quien Dios hizo
perfecto, santo y feliz. La transgresión de la ley de Dios, es lo que ha traído consigo dolor y muerte, sin embargo el mundo, aunque caído, no es del todo tristeza y miseria, ya que aún podemos percibir mensajes de esperanza, amor y consuelo de la naturaleza en que vivimos y los más profundos y tiernos lazos que el corazón humano pueda conocer; sin embargo al mismo tiempo el enemigo del bien cegó la mente del hombre para mirar a Dios con temor, considerándolo severo e implacable, pintando a nuestro Creador como un ser celoso y castigador.
Fue para disipar esta sombra oscura que Jesús vino a vivir entre nosotros y liberarnos del cautiverio del pecado, revelándonos su infinito amor, misericordia y compasión con cada acto de su vida. El inmaculado Hijo de Dios tomó sobre sí la carga de pecado del mundo, por amor a nosotros. Y todo esto para que el hombre pudiera ser levantado de la ruina y degradación, con el fin de poder reflejar el amor de Dios y participar del gozo de la santidad.
Fuente: El Camino a Cristo, EGW, 1892
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